
Sin otro lugar al que fugarse, va a parar a una pequeña aldea danesa.
Gentes sencillas, profundamente puritanas. No son muy dados a expresar sus sentimientos pero acogen a Babette.
Ella, para compensar el recibimiento, decide organizar un festín con los más deliciosos manjares franceses que conoce.
El festín de Babette es una película irrepetible. Por supuesto, está en la raíz de todas las que tratan de convetir la gastronomía en motor de las relaciones sociales. Desde Deliciosa Marta a Ratatouille. Pero El festín de Babette es más que eso: es el retrato de una sociedad que se desconoce, de unos modos de vida sorprendentes y, sobre todo, una celebración de la vida, del disfrute de los placeres sencillos.
Y, si alguien ve todavía más cosas, que las hay, las hablamos después de verla: el lunes, 12 de octubre.
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