domingo, 3 de octubre de 2010

Porco Rosso

Su nombre es Marco Pagotto.
O lo era hasta que, por algún motivo, su rostro se convirtió en el de un cerdo.
Ahora se llama Porco Rosso y ha llegado el crack del 29. Se gana la vida como cazarrecompensas persiguiendo a los piratas del Adriático, gastando el dinero en beber en el Hotel Adriano y añorando los viejos tiempos en que tenía rostro humano y amaba a Gina. Aunque, claro, aún la sigue amando. La adolescente Fio irrumpe en su vida.
Si en Mi vecino Totoro los personajes se parecían a los de Frank Capra, en Porco Rosso se parecen más a los de John Ford. Les envuelve un aura de misterio, de leyenda. Tienen algo de épica mitológica.
La aventura, sin embargo, es semejante a las de Howard Hawks, especialmente a Sólo los ángeles tienen alas. Era la historia de unos hombres dedicados al transporte aéreo de mercancías en una zona con una orografía arriesgada. Cary Grant se la jugaba cada día para conseguir un contrato. Y, a su alrededor, dos mujeres: Jean Arthur y Rita Hayworth.
Aun así, las principales referencias son para Casablanca: Porco es Rick, Gina es Ilsa, el Hotel Adriano es el Rick's Cafe Americain (incluso la caligrafía) y los fascistas son los nazis. Y hay un flashback semejante al de París. Y un final en el que dos se van en avión y uno se queda. Y similitudes de frases como: Este es el comienzo de una gran amistad y Gina y yo nos hicimos grandes amigas. ¡Ah! Y esa forma desesperada de fumar y beber.
Técnicamente Miyazaki realiza una animación extraordinaria, especialmente por su capacidad para dibujar secuencias aéreas. Aunque están muy logradas las de combates, la mejor escena es, sin duda, ésa en la que vuela alrededor del jardín de Gina y encadena a un flashback.
Es una película de dibujos animados que uno debe ver cuando ya es adulto. Si la hubiésemos visto de niños, todos (y todas) trabajaríamos ahora como pilotos de hidroavión.

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