domingo, 10 de octubre de 2010

El viaje de Chihiro

Deseaba transmitir un mensaje, una visión del mundo, sobre lo duro y hermoso que es, y sobre cómo el trabajo -entendido como asumir la responsabilidad de la propia supervivencia- dignifica al ser humano y es parte esencial de la maduración personal.
Estas palabras de Miyazaki lo dicen todo acerca de El viaje de Chihiro. Sen (céntimo en japonés, es decir, muy poca cosa) es una niña caprichosa y maleducada. Durante un viaje con sus padres, se internan en un universo extraño donde Sen se verá obligada a madurar.
Que una película animada gane el Oso de Oro en la Berlinale no es algo que ocurra todos los días. Sin embargo, esta película de Miyazaki, desconcertante, surrealista y onírica, tiene también mucho de hipnótica. Su guión no se parece a nada que uno haya visto antes. Cualquier cosa puede pasar al doblar una esquina o al entrar en una estancia de la Casa de baños los dioses.
Desde un punto de vista estrictamente visual, es la película más imaginativa de Miyazaki. Demuestra su capacidad sin límites para crear mundos aparentemente absurdos y, sin embargo, llenos de una coherencia interna.
Cualquiera que vea ese tren sobre el agua ya no lo olvida. Un tren a ninguna parte. O quizá, justo al sitio que se necesita.

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